Mi historia está acercándose a su final, aunque en aquel momento no podía hacerme a la idea de cuanto podía cambiar mi vida. Como la paz antes de la tormenta, esta etapa de mi existencia es una de paz y alegría. Mi maestro consiguió el puesto que el maestro Cohen le había comentado. Al principio el cuerpo estudiantil se mostró reticente en poner a alguien tan joven como profesor, pero tras una prueba de aptitud no pudieron negar el brillo del talento y el conocimiento que el maestro Cohen había visto tantos años atrás.
Mi maestro fue feliz durante los años que vivimos en la universidad, por fin sentía como que había encontrado su destino, su razón para vivir. Enseñar se había vuelto una pasión tan grande como lo era aprender, dedicando gran parte de su tiempo en preparar las clases para hacerlas mas amenas y comprensibles. El resto de su jornada lo pasaba aprendiendo mas haya de lo que jamás había imaginado. Era raro ver a un profesor asistiendo cual alumno a las clases de os demás, pero allí estaba él, absorbiendo como el que más. Hay que admitir que esta predisposición suya le hizo popular con el alumnado, le hacía parecer más cercano y fácil de hablar… también ayudaba que tuviera la misma edad que muchos alumnos.
Yo disfrutaba la vida como cualquier otro gato o familiar, y existe una buena comunidad de ellos en el campus. Damos vueltas explorando y acercándonos a los alumnos para recibir cariños y regalos. Por una vez sentí que la extraña elección de pelaje que me dio mi maestro servía de algo, pues llamaba la atención, y en la caza de caricias resaltar sobre el resto es clave.
Sin embargo, no me deje llevar por la vagancia gatuna. Tras años ignorando la teoría mágica, pues las bases las conocía, el infinito pozo de conocimiento, de cosas que desconozco, que posee la universidad, me atrajo tanto como a mi maestro. Empezó a volverse común verme asistir a las clases. Al principio me negaban la entrada, pues un gato no necesita hacer mucho para distraer al alumnado, tuve que construir una reputación como atento alumno desde cero. Empecé en las clases de mi maestro. Aunque me resultaban aburridas, conociendo bien el temario, mostrar lo tranquilo y atento que podía comportarme, rechazando las llamadas de los alumnos, era mi meta. Poco después, haciéndome famoso por esta actitud, las puestas del conocimiento se abrieron para mí, y no mucho después empecé a ser admitido incluso en las sesiones de experimentación que el profesorado realizaba en su constante desarrollo del conocimiento de la magia.
Aquí es donde la historia de un simple familiar se enlaza con mi presente. Mi maestro, junto con un grupo de profesores, llevaban meses con un estudio de la magia de portales. Desarrollando formulas arcanas de comportamiento para intentar crear un portal de teletransporte que se mantuviera abierto de forma permanente. Ahora era momento de llevar la teoría a la práctica.
Nos encontrábamos en una de las torres de la universidad, pues obviamente yo estaba presente. La sala circular solo contenía unos braseros de negro acero ya ardiendo con diversos ingredientes de poder arcano; un circulo arcano escrito con tiza proveniente del plano elemental de agua; y en su centro un pequeño altar de mármol con runas talladas, sosteniendo un inmenso cristal arcano de tonos azul iridiscente. Todo estaba preparado y en su sitio.
Los magos entraron con unas largas túnicas preparadas para la ocasión, pues todo detalle era de tener en cuenta. Ellos me saludaron, nada sorprendidos de mi presencia, pues también se habían preparado por si decidía aparecerme. El encantamiento comenzó a medianoche, cuando la luna llena quedaba perfectamente enmarcada en la claraboya del centro de la sala, proyectando su luz sobre el cristal. Las circunstancias eran optimas y el conjuro fue iniciado sin problemas.
Un portal se abrió, tal y como debía, ahora empezaba lo difícil. Según su teoría, si conseguían mantenerlo activo durante al menos cinco minutos, les daría tiempo a enlazarlo con la fuente de magia de la universidad, canalizado por el cristal, manteniéndolo activo de forma permanente y, por como iba la cosa, tenia pinta de que iba a funcionar.
A pesar del esfuerzo se mostraban sonrisas en sus rostros, realmente se veían capaces de conseguirlo… por desgracia hubo un detalle que no tuvieron en cuenta, algo que nadie podría haber previsto. Una enorme zarpa demoniaca emergió del portal, golpeando a uno de los profesores. El pánico se extendió. El portal debía conectar con uno ya existente en la universidad y, sin embargo, al otro lado un demonio cornudo les daba la bienvenida al abismo. Mi ultimo recuerdo fue la voz de mi maestro ordenando el cierre del portal…
Desperté en las calles de la ciudad, ruinas a mi alrededor. Frente a mi veía la universidad. La cima de la torre donde habíamos estado ya no existía, o más bien existía en forma de ruinas a mi alrededor como pude identificar. Veía gente rebuscar en el destrozo, buscando por quienes podrían haber sido dañados por la explosión. Vi a un mago agarrando las túnicas que llevaron los hechiceros en la torre, portándolas con vehemencia, pero ellos no estaban. El pánico me invadió y trate de enlazar con mi maestro a través de nuestro vinculo, y mi alma cayo a mis pies. Le sentía, estaba vivo, pero tan lejos que casi ni le notaba, ni siquiera podía distinguir hacia donde estaba, y definitivamente no podía teletransportarme a su lado como en el pasado.
Fue en mis lloros que noté el cambio, la razón parcial del cambio en nuestra conexión. Mi cuerpo no era mi cuerpo. Era una mezcla entre humanoide y mi antiguo ser gatuno. Similar a uno de aquellos medio felinos de tierras lejanas, pero nunca se había visto uno negro con rayas blancas. En aquel momento no comprendía que me había ocurrido y, para que negarlo, tampoco lo comprendo mucho ahora, sin embargo, lo veo como un milagro divino. Cuando lo había perdido todo, se me concedieron, con esta transformación, los medios para encontrar a mi amado maestro.
Es una pequeña esquirla de esperanza a la que me sigo aferrando incluso ahora, años tras el suceso, y aun ninguna pista en claro de su paradero.