Sa matao Paco, ¿y ahora qué hago?

Es difícil, es improbable, pero al menos una vez en nuestra vida nos hemos encontrado con una trágica situación. Un bicho difícil de matar, una mala combinación de ataques, muy mala suerte tirando dados, lo que sea, pero con el mismo agrio final. Tu personaje ha muerto.

A veces, el máster puede marcarse un Deus Ex como una secuoya y hacer todo lo posible para que no esté muerto sino de parranda. Pero otras veces es inevitable, Paco ha muerto y ahí no hay quien lo reviva ni dios.

En ese momento ves pasas por los cinco estados de aceptación de la muerte en menos de diez minutos.

Fase de Negación. Ni de coña se ha muerto Paquito, nu-uh, nope, nasti de plasti. Imposible. Te ríes incluso mientras toda la mesa te mira con nerviosismo y el máster te va retirando poco a poco la hoja. Es una coña, una broma que te están gastando. Imposible que tu gnomo bárbaro que merienda sobrasada de dragón todas las tardes haya muerto de manera tan miserable.

Fase de Enfado. Aquí gritas, chillas, sacas el dedo a pasear y te cagas en todo lo cagable porque “no es justo”, “porque tengo los dados hoy tontos”, “porque, ¿cómo me voy a morir por esta tontería?”

Fase de Negociación. Te arrastras miserablemente ante el máster para ver si podéis llegar a un acuerdo. Paco no está muerto sino encerrado en un plano abisal del que hay que rescatarle. No cuela, Julián. Paco ha muerto, asúmelo.

Fase de Depresión. Te vienen a la memoria todos esos meses de partida, todos los detalles absurdos de los que has dotado a tu personaje, los dibujos, los momentos, los apuntes en mil papeles. Paco era más que un guerrero, era tu hijo, tu creación. Y ahora está muerto.

Fase de Aceptación. La vida sigue y hay partida la semana que viene, así que amiga, date cuenta y mueve el culo para venir en siete días con un nuevo personaje preparado.

Algunas veces es injusto, pero otras veces la muerte de un personaje es algo bonito e incluso necesario para la trama. Cuando una historia ha llegado al clímax, cuando los héroes están a punto de derrotar al mal superior del universo y un héroe hace un último sacrificio para que el grupo avance, eso es increíble. Eso es para asomarse al balcón y gritar a los cuatro vientos lo putísimo guay que eres. Pero cuando Paco se muere porque ha fallado tres tiradas de salvación al comerse una baya venenosa que le ha dado cagalera, pues se pierde un poco la magia.

Sin embargo, esto puede dar lugar a hacer un “reset” interesante en el juego. Bien sea por un cambio de estrategia al crear un personaje con otras habilidades diferentes, o bien por arrojar una nueva personalidad al grupo. Y por favor, no vale hacer un personaje que sea un calco del muerto, o su hijo, o su hermano gemelo que le va a vengar.

John Wick planteaba algo muy interesante en su libro Play Dirty. Una manera muy profunda y complicadamente interesante de volver tras la muerte de tu personaje es en forma de malo. Sí, ese malo legañoso que lleva acechando y dando la brasa al grupo desde el minuto cero de repente pasa a ser el personaje de uno de los jugadores. Boom, plot twist. Agarraos que vienen curvas porque de pronto, ese personaje ruin y traicionero que os ha dado mil y un dolores de cabeza, está compartiendo una cerveza con vosotros en una taberna. Os está dando información sobre el bando contrario, os está cubriendo las espaldas en una lucha. Ahí se viene un precioso arco de redención para alguien *chef Kiss*.

De otro modo, el nuevo personaje puede ser un inocente summer child libre de las cargas y preocupaciones del anterior personaje. Un soplo de aire fresco que renueve la atmósfera dramática de la party con energía joven y soñadora.

Sea como sea, hay vida más allá de la muerte de un personaje. Por supuesto siempre va a joder en el alma que tu bebé muera trágicamente y más por una tontería y mala suerte, pero la vida sigue, tu personaje tuvo su vida y es lo que al final le da realismo. Tenías grandes planes para tu gnomo Paco pero no vio pasar ese carromato al cruzar de acera. Fin.

~Blanca

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