Es difícil, es improbable, pero al menos una vez en nuestra vida nos hemos encontrado con una trágica situación. Un bicho difícil de matar, una mala combinación de ataques, muy mala suerte tirando dados, lo que sea, pero con el mismo agrio final. Tu personaje ha muerto.
A veces, el máster puede marcarse un Deus Ex como una secuoya y hacer todo lo posible para que no esté muerto sino de parranda. Pero otras veces es inevitable, Paco ha muerto y ahí no hay quien lo reviva ni dios.
En ese momento ves pasas por los cinco estados de aceptación de la muerte en menos de diez minutos.
¡Hola! Soy Marcos, y llevo dirigiendo rol desde hace casi ya dos años (La Llamada de Cthulhu 7ª edición y D&D 5ª) y como jugador algo menos (en una campaña de Final Fantasy que dirige un amigo mío). Este es mi primer post en este blog (y en general) sobre algo relacionado con el rol, a pesar de ser un hobby que disfruto enormemente. Es por eso que me he decidido a narrar (más o menos) mi primera experiencia en D&D y las conclusiones que de ella saqué. Es posible que se pueda considerar algo demasiado básico o genérico, pero me parece algo útil tanto como punto de partida si alguien va a empezar a dirigir partidas (de D&D en concreto, pero podría aplicarse a cualquier juego de rol) o como una suerte de «recordatorio» de cosas que pueden funcionarles a otros directores más experimentados (o como cosas que NO hay que hacer, que son igual o más útiles, si cabe).