Una queja común en las comunidades
roleras es que se pone mucho foco en la figura del director y poco en la del
jugador. No solo hay artículos y videos, sino blogs y canales de YouTube
enteros dedicados a las tareas del máster, pero casi nada respecto a lo que le
corresponde al jugador.
Da la
sensación de que alcanza con sentarse a la mesa con un lápiz y un par de dados
(y a veces ni eso) para jugar. Lo cierto es que hay cosas que son aceptables en
jugadores novatos pero no en jugadores con varias mesas encima, y cosas que no
son aceptables nunca. Hablemos un poco de eso.
1. Lo que debería ser obvio
Respetá a
los demás y no seas egoísta. Esperá tu turno para hablar, no menosprecies las
ideas de los demás y no los subestimes. Recordá que todos están poniendo de sí
mismos (y de su tiempo) para llevar adelante la mesa.
Los que
llevamos un tiempo jugando y dirigiendo (y otro tanto en comunidades roleras)
sabemos que no es tan evidente. Paradójicamente, son pecados más de veterano
que de novato. Acordate que viniste para divertirte y los demás también. En
resumen: no seas imbécil.
1.b. No es el momento.
Una
cuestión que merece un punto aparte: una mesa de rol no es Tinder. Si hay
alguien que te interese en la mesa, no hay ninguna necesidad de seducir a esa
persona ni a su personaje durante la partida. Es incómodo para esa persona y
para las demás también.
Alguno se
estará rasgando las vestiduras con la corrección política. No, no digo que
nunca puedas seducir a otro personaje, digo que por favor te fijes que, cuando
lo hagan, no estés incomodando al jugador o la jugadora detrás. ¿Cómo saber si
estás incomodando? Preguntá.
2. El máster es un ser humano (aunque a veces no parezca)
Más allá de lo que crean algunos, el director de juego no lo sabe todo ni tiene todas las respuestas (ni tiene por qué). No lo sobreexijas ni dejes recaer en él toda la responsabilidad de hacer una partida interesante. Cuando puedas, dale una mano con algo que sepas: llevá la cuenta de las iniciativas, ayudá a los demás cuando no entiendan algo, etc.
Dicho sea de paso, no vendría mal que agarres un manual de vez en cuando. Ya sea para conocer mejor el juego que estás jugando o para llevar una partida a la mesa y poner al director a jugar. Ponerte en ese rol va a ayudarte a empatizar mejor con él.
3. Participá.
Hacé lo posible por darle vida a tu personaje, interpretarlo y darle actividad en la partida. Es más difícil sobrellevar una partida con jugadores pasivos. Además, animate a poner a tu personaje en riesgo a veces: no tiene ningún sentido jugar un personaje sin nada que perder.
Si no entendés algo, preguntá. Preguntá cuanto haga falta, sea sobre reglas, descripciones o cualquier otra cosa. También te conviene anotar en alguna parte de la hoja cuando el máster te da alguna información que parezca importante.
4. Al metajuego lo carga el diablo.
Muchos te van a decir que el metajuego (que tu personaje se comporte como si supiera cosas que sabés vos pero él no) es lo peor del mundo, y algo de eso hay. Evitalo a toda costa… salvo que sepas cómo usarlo bien. ¿Y eso cómo es? Vas a tener que descubrirlo por tu cuenta. Simplemente hay momentos en los que el metajuego viene bien (porque hacen la partida más interesante) y momentos en los que no.
5. Hacete escuchar.
Si algo no te gusta, podés decirlo. Siempre con respeto, incluso podés decir cuando te estás aburriendo, explicar por qué y ayudar a que la partida se vuelva a poner interesante. Creeme que no ayuda en nada que agarres tu teléfono y dejes de prestar atención (de hecho, te pediría que lo dejes en el bolsillo). De nuevo, acordate que están jugando y vinieron a divertirse.