Caza Mayor

El mejor cazador de «Los Picos Tormentosos», tal era mi título. A lo largo de numerosos años no había nadie que pudiera traer una mejor caza que mi persona. El poder de «El Terror de las Nieves» y la agilidad de «La Sombra Aullante», no eran nada frente a mi arco y mi lanza, y ahora sus enormes calaveras de prominentes dientes y cuernos adoran el interior de mi cabaña, la más grande del clan.

Estas montañas se encuentran a gran distancia al norte de la población más cercana. Lo más que llegamos a ver de la gente de las tierras bajas son hechiceros y druidas en busca de hierbas raras que solo aparecen en esta cordillera. El viejo Raestek viene dos veces al año por esa misma razón.

Pero esta vez fue diferente.

Un hombre apareció por el paso de montaña en el que solemos asentarnos. Un veterano, claramente entrenado en el arte del mandoble. Venia cargado hasta arriba de útiles, listo para el más severo de los climas. Su persona atrajo mi atención. Por sus ropas y actitud, por el arco largo y el mandoble a su espalda, él era claramente un cazador como yo, y por lo tanto le invité a mi cabaña, la mejor de toda la cordillera.

Pero él no estaba impresionado. En lugar de las miradas de incredulidad o miedo que suelo ver en las otras tribus, este hombre ni se inmutó con la visión de los famosos esqueletos. Tras la comida pregunté intrigado, porqué no estaba interesado en el tamaño de las bestias abatidas por mis flechas. Él se rio en mi cara con un tono que nunca podré olvidar.

– ¿Enormes bestias?¿Esos? He visto gatos más grandes que esos.

Furioso, le respondí a gritos. Como se atrevía a mofarse de mí, el gran cazador de «Los Picos Tormentosos», ¡y con tal bravado!. Él respondió desenvainando su espada, pero no con actitud violenta, solo para mostrarla. Envainada parecía una normal, pero ahora que podía ver su filo, estaba hecha de hueso… Puedo reconocer un diente cuando lo veo, pero no podía creer que existiera una bestia del tamaño necesario para que su diente fuera usado como mandoble.

Él hombre comenzó a contar historias de grandes cacerías, mayores en gran medida de aquellas que solían hacerme sentir importante al contarlas. Del tipo de caza que podría destruir ciudades por si solos y se necesitaría un grupo de decenas de guerreros para abatirlos. La furia se torno vergüenza pues sabia que no estaba mintiendo. ¿Qué clase de mundo existe allí abajo, en los valles, donde los monstruos de aquí son meras mascotas allí?

– La mayoría son de tamaño normal, animales normales, pero algunos crecen a tamaños monstruosos, por capacidad propia o modificación externa.

Dijo como tratando de hacerme sentir mejor, pero tal afirmación no ayudaba. Tras lo que me informó de que había entrado en las montañas tratando de dar caza a «El Rey Eterno», un anciano dragón blanco que ha aterrorizado un área extensa al pie de las montañas y más allá por siglos.

Solo alguien deseoso de morir intentaría tal locura, es lo que pensé y o que sigo pensando hoy, pues el dragón sigue allí y no he vuelto a oír de él. Pero sus palabras permanecen clavadas en mi memoria. Como podría hacerme llamar «El mejor cazador de los Picos Tormentosos» con orgullo, cuando ahora se que poco valor tiene ese titulo al aplicarlo al mundo entero.

Mi alma de cazador me pide partir, dejar atrás las decoraciones y mementos de mi vida pasada, llenos de mentiras y falsa superioridad; Superar mi debilidad y convertirme, tal y como estaba destinado desde el día en el que nací, en el mayor cazador del mundo entero.

Deja un comentario